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El concepto de Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) nos invita a una reflexión sobre nuestras prácticas culturales vivas y sobre los procesos de identidades de­finidos a través de saberes o comportamientos sociales cuyo principal valor no re­fiere a un elemento material. La UNESCO, en la Convención de 2003, lo de­fine como «los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas —junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes— que las comunidades y los grupos reconocen como parte integrante de sus identidades colectivas, y que heredan de generación en generación, uniendo pasado, presente y futuro». A su vez, para organizar su registro y salvaguardia, propone un marco de referencia para esta gran diversidad de fenómenos culturales, de­finiendo los siguientes ámbitos: tradiciones y expresiones orales —incluido el idioma como vehículo del patrimonio cultural inmaterial—, artes del espectáculo, usos sociales, rituales y actos festivos, conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo, y por último, el ámbito de las técnicas artesanales tradicionales(1).

Sin embargo, es importante aclarar que Uruguay, como cualquier otro país, puede proponer nuevos ámbitos no previstos por UNESCO, que se adapten mejor a su realidad cultural. Los ámbitos no son excluyentes y, por lo tanto, si pensáramos por ejemplo en el mate, podríamos enmarcarlo en «tradiciones», «usos sociales» y «técnicas artesanales». Si seguimos analizando esta práctica, cabría preguntarnos qué es lo que querríamos conservar: ¿los miles de mates, bombillas y termos que existen en nuestro país actualmente?

Ciertamente no. El PCI asociado a estos elementos de nuestra cultura material es el esencial, ya que nos cuenta sobre los valores identitarios del ser uruguayo representados a través de su consumo. Por lo tanto, lo que nos interesa son, sobre todo, los procesos sociales y representaciones simbólicas que se generan en torno al mate (encuentro, amistad, confi­anza, comunicación, entre otros). También podrían componer este PCI los lugares («lugares de sentido», según Marc Augé) (2) que una comunidad reconoce como espacios con contenidos de memoria de encuentro comunitario porque en ellos se cumple el rito de la rueda de mate (hogar, plazas, ramblas, parques, etc.). Podríamos incluir también los saberes artesanales vinculados a su construcción.

 

Programa Nacional de Inventario del PCI

Nuestro país suscribió en 2006 la Convención de UNESCO para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, y desde entonces, ha venido trabajando en este tema. En febrero de 2017, se realizó el lanzamiento del Programa Nacional de Relevamiento de PCI. Este Programa, propuesto por la CPCN, se lleva adelante en equipo con las comisiones de patrimonio y gobiernos departamentales. El objetivo es promover el reconocimiento del PCI de cada rincón del país. La metodología de trabajo de­finida por UNESCO y ajustada a la realidad de nuestro país y a los diferentes contextos socioculturales dentro de ella es esencialmente participativa.

Los equipos de trabajo son facilitadores que invitan a que las comunidades o grupos se re-conozcan, es decir, se vuelvan a conocer de manera consciente a través de los bienes culturales inmateriales que los identi­fican y quieren preservar. En base a esto, son esencialmente los propios portadores del fenómeno cultural los que propondrán su reconocimiento. Obviamente los procesos de identi­ficación de los bienes patrimonializables de PCI son dinámicos e implican un tiempo de reflexión y selección. El equipo técnico de la CPCN, en coordinación con los referentes de PCI locales, se encuentra recorriendo los distintos departamentos del país realizando talleres, reuniones, entrevistas y otras actividades. Muchos departamentos tienen un camino andado en este campo y existe una mirada profunda y crítica de los propios procesos socioculturales de sus comunidades, generados por investigadores locales del área de la Historia o de la Comunicación.

Estos aportes, de gran valor documental, facilitan la tarea de reconocer las fuentes, es decir, a los portadores del bien cultural, para que ellos mismos consideren la pertinencia de solicitar que se lo incluya en el inventario nacional.

A las propuestas de los portadores, que ya implica una selección arbitraria más o menos consensuada de los valores que quieren ser transmitidos, se integra la visión técnica que contribuye en la defi­nición, alcance y planes de gestión del bien cultural. El inventario del PCI es una construcción compartida y siempre abierta. Se genera en un momento histórico determinado donde ciertos bienes del PCI serán reconocidos o no, y estos, a su vez, cambiarán por ser elementos de la cultura, que es dinámica.

Una vez reconocido el bien, se deberán defi­nir las acciones de salvaguardia, que es el objetivo final de los registros de bienes patrimoniales. El propio relevamiento del inventario es en sí mismo una acción de salvaguardia. Por ejemplo, desde el departamento de Flores se propone el reconocimiento de la artesanía del tejido en cinco agujas. La referente de PCI (3) realizó un registro primario de este bien patrimonializable: entrevistó a la señora y realizó un registro fotográfi­co del proceso de elaboración de la artesanía. Otras acciones de salvaguardia deberán ser defi­nidas y podrían estar orientadas a la búsqueda de personas interesadas en aprender este o­cio para revitalizar su práctica.

Por todo lo expuesto, los inventarios del PCI son en esencia provisorios, por lo que el que estamos promoviendo en Uruguay deberá ser revisado en el futuro. En este sentido, algunos bienes que se incluyan o se descarten hoy en nuestra lista del PCI podrán ser reevaluados.

Sin embargo, cada Inventario nos dará cuenta de la vitalidad y diversidad relativa del PCI de nuestro país.

 

Re­flexiones

Las propuestas de defi­nición y salvaguardia del patrimonio arquitectónico, arqueológico, paisajístico, natural, etc., están asociados a la toma de consciencia de la comunidad internacional de la vulnerabilidad de estos bienes frente a diversos factores, como las guerras, la depredación, los procesos de urbanización y la contaminación, entre otros. En realidad, el reconocimiento de todo bien material es una aproximación subjetiva e intelectual de una comunidad o grupo sobre un objeto (sitio arqueológico, edi­ficio histórico, paisaje, etc.). Más que el objeto en sí, lo que se preserva es la relación con el objeto.

Sin embargo, el patrimonio inmaterial es un recién llegado a este complejo escenario de categorías del patrimonio. Dentro de la pluralidad de causas que explican el surgimiento del PCI en organizaciones internacionales, los procesos de globalización de la cultura son un factor determinante. Desde las Ciencias Sociales se estudian los actuales procesos culturales donde la continuidad y el cambio se entrelazan y son cada vez más dinámicos y complejos. En algunos estudios sobre minorías étnicas dentro de un estado nación, se ha veri­ficado una situación paradójica, ya que, cuanto más acelerado es el proceso de globalización, mayor es su búsqueda de identidades locales (4). Es en este contexto, que los procesos de toma de conciencia sobre elementos de identidad comunitaria, surgen como una necesidad de reafir­mación frente al anonimato de la globalización.

En Uruguay, el relevamiento del PCI debe de­finirse dentro de las particularidades socioculturales de nuestro país. La visión de nosotros mismos y de nuestra diversidad se encuentra enmarcada bajo la óptica de la homogeneidad cultural promovida a partir del siglo XIX por el modelo imperante de estado nación y de su ideología, de­finida sobre el supuesto de que uno de los factores del progreso descansaba sobre la asimilación de los diversos universos culturales en una misma cultura nacional. El sistema educativo, entre otras acciones públicas, promovía un ser uruguayo por sobre la diversidad de tradiciones culturales en las que se asentaba. Allí quedaron más o menos latentes los saberes de las culturas indígenas, de los africanos y de las propias etnias europeas: italianas, españolas y otras que llegaron al país durante los siglos XIX y XX. Todos estos grupos, a su vez, provenían de diversas regiones geográ­ficas y tradiciones culturales. También fueron desconocidos o subestimados los saberes y tradiciones que se generaban en los espacios de frontera con Brasil y Argentina. A esta diversidad subyacente, no explicitada, hoy se le agregan, entre otros, el arribo de migrantes latinoamericanos (venezolanos, dominicanos, peruanos), también provenientes de tradiciones culturales diversas que generaran nuevos procesos de construcción de identidades múltiples y superpuestas, y de intercambio entre la población uruguaya y la inmigrante.

En defi­nitiva, el trabajo en el relevamiento del PCI en el Uruguay es una oportunidad de reconocimiento de fenómenos culturales que son el resultado de procesos dinámicos y complejos. Podremos reconocer con mayor o menor vigor las tradiciones culturales de origen, que a su vez son resultados de procesos multiculturales.

Podremos defi­nir mapas de bienes culturales regionales, nacionales y locales. También deberemos debatir y actuar en torno a las prioridades de inventario y su salvaguardia. Lo que sí es claro es que el proceso será más rico cuanto mayor sea la participación ciudadana que reconozca en el PCI una herramienta válida en la búsqueda de la diversidad cultural como fuente de felicidad, desarrollo y riqueza de un pueblo.

 

Lic. Leticia Cannella

Dpto. de PCI de la CPCN

 

> Descargá la guía de actividades en .PDF 

 

Citas

1 UNESCO (2003). Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, París: UNESCO.

2 Augé, M. (1993). Los no lugares: espacios del anonimato. Barcelona: Gedisa.

3 Relevamiento realizado por Amalia Fumero, referente de PCI del departamento de Flores.

4 Relevamiento realizado por Amalia Fumero, referente de PCI del departamento de Flores.

 

 

 

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