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Templado de tambores de la cuerda del barrio Palermo. Montevideo, Isla de Flores, 6 de enero de 2006. Foto: Santiago Navratil.

En la música dialogan el sonido y el silencio. Si bien puede guardarse en un soporte material (CD, DVD, disco de vinilo, cinta magnética, etc.), la música no es materia: el sonido es energía y el silencio signi­fica su ausencia.

La música goza de autonomía, pero también tiene cabida en el teatro, el cine, las artes visuales o la literatura, y es sustento de la danza. Se diferencia de otras artes en que los sonidos musicales no suelen percibirse en la vida cotidiana, como los colores, las palabras o las formas. Aun así, está presente en el trabajo, el juego, la ­esta, el ritual… Se ofrece, se regala, se vende, se apropia, se transmite, se aprende, se investiga…

Emociona, seduce, provoca, enseña, entretiene… Cohesiona y distingue. Es expresión de la individualidad y es al mismo tiempo expresión del ser social. Al igual que todo arte, la música construye la sociedad.

El Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) es un instrumento de reconocimiento que surge a partir de la observación de los procesos de circulación social de expresiones y prácticas culturales desarrolladas por comunidades, grupos, colectivos o individuos, quienes las transmiten oralmente de generación en generación.

La recreación de estas expresiones o prácticas, en diálogo con la historia y el entorno, inspiran en estas comunidades, grupos, colectivos o individuos sentimientos de identidad y pertenencia. El reconocimiento y la salvaguardia de estas expresiones o prácticas identitarias se enfocan a promover el respeto a la diversidad cultural y el desarrollo sostenible (i).

El PCI es también un espacio político en el que se ponen en juego las múltiples concepciones sobre el patrimonio cultural de cada nación o región que tienen los distintos actores sociales y políticos. ¿Qué expresiones o prácticas reconocer o declarar? ¿Cuáles de ellas requieren acciones de salvaguardia? ¿Cómo salvaguardarlas? ¿Qué actores son los referentes de esas expresiones o prácticas? ¿Quiénes son los responsables de su salvaguardia? Es decir, el PCI constituye un espacio de toma de decisiones, de negociación y de acuerdos multipartitos en el que intervienen diversos actores: el Estado, las comunidades, grupos, colectivos o individuos, y el conjunto de la sociedad civil.

 

El Estado uruguayo y el reconocimiento de expresiones, prácticas o composiciones musicales

El reconocimiento del PCI a nivel internacional es bastante reciente. Se consolida en la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, realizada en el marco de la 32.ª Conferencia General de la UNESCO (París, 2003). Sin embargo, el Estado uruguayo ha tomado decisiones a nivel parlamentario y ministerial tendientes a reconocer expresiones, prácticas u objetos simbólicos no materiales como parte de las identidades nacionales. Este es el caso de la Ley 16.905: «Interés Nacional – Música» (1998), a través de la cual se declara el tango La Cumparsita de Gerardo Matos Rodríguez (Montevideo, 1897-1948) como «himno cultural y popular de Uruguay» (Artículo primero). La ley señala que la declaración comprende únicamente la música (Artículo segundo) y no las letras compuestas posteriormente por distintos autores, entre ellos, el propio Matos Rodríguez, aunque fue «Si supieras» (1924) de Pascual Contursi (Buenos Aires, 1888-1932) y Enrique Pedro Maroni (Buenos Aires, 1887-1957) la primera de ellas y la que tuvo más éxito. Asimismo, Uruguay ha sido uno de los primeros países de América Latina en rati­ficar, a través de la Ley 18.035 (2006), la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial. Son resultado directo de esta rati­ficación tanto las candidaturas del candombe y el tango, presentadas ante la UNESCO en 2008, como una resolución del Ministerio de Educación y Cultura del año 2010. Esta resolución ministerial declara conjuntamente como bienes patrimoniales inmateriales las siguientes expresiones musicales, reconociendo de esta manera el papel fundamental de la música en la construcción de las identidades colectivas de los uruguayos:

1) El arte del payador, tanto en su formulación de improvisación individual como en su expresión máxima, la payada de contrapunto.

2) El toque de «llamada» de los tambores afro montevideanos y las distintas manifestaciones que se cobijan bajo el nombre genérico de candombe.

3) La murga montevideana como expresión multifacética, así como la «marcha camión» y el

«candombeado» de su batería de bombo, redoblante y platillos, y la «murga-canción» como manifestación de una interacción entre la tradición murguística y la canción popular urbana.

4) La especie musical y lírica conocida como «estilo» o «triste».

5) El tango, en tanto especie musical, lírica y coreográfica.

6) La milonga en sus distintas vertientes, y en especial la milonga uruguaya o «milonga oriental» y la milonga achamarrada (ii).

De las expresiones, prácticas o géneros musicales antes mencionados, son el arte de la payada, el candombe y el tango las inscriptas en las listas representativas del PCI a nivel regional, en el primer caso, y mundial en los otros dos. Este tipo de reconocimiento signi­fica responsabilidades para el Estado, debido a que a través de las declaraciones patrimoniales asume un compromiso internacional de trabajar en la salvaguardia de las manifestaciones, conjuntamente con las comunidades, grupos, colectivos o individuos y la sociedad civil.

 

El arte de la payada

El payador es un cantor que improvisa versos con rima, acompañándose de su guitarra. En su «Primera meditación sobre la payada y los payadores» (1957), dice Lauro Ayestarán: «El payador debe poseer la condición natural del repentismo en el metro y en la rima. “Al buen payador —me comunicó cierta vez Clodomiro Pérez— le sobran los consonantes”. Su problema es pensar rápidamente cuál va a escoger para armar la compleja rima de la décima o espinela» (iii).

En efecto, la forma poética más utilizada por los payadores del Río de la Plata es la décima o espinela: una estrofa de diez versos octosilábicos con una rima particular. Un ejemplo se puede observar a continuación en Don Pedro el inquisidor de Carlos Molina (Melo, 1927-Montevideo, 1998), dedicada al gremio de trabajadores de FUNSA (iv):

 

Don pedro el inquisidor (A)

o Don Pedro sanguijuela (B)

tiene en su feudo una escuela (B)

de violencia, de terror. (A)

Allí ejerce el contralor (A)

del músculo proletario, (C)

pero cuando cree necesario (C)

o surge algún imprudente, (D)

le habla «razonablemente» (D)

con el sable del sicario. (C)

 

La payada de contrapunto es un duelo de payadores, donde cada uno demuestra su destreza en la construcción de versos que canta sobre las estructuras musicales de la cifra y, sobre todo, de la milonga.

Decía Carlos Molina que cuando el payador canta solo, «es como un pájaro de un ala sola; está como aliquebrado» (v).

El arte de la payada fue declarado Patrimonio Cultural del Mercosur en la 38.ª Reunión de Ministros de Cultura de la región (Brasilia, junio de 2015), y desde entonces encabeza la lista de bienes inmateriales del Mercosur.

Esta declaración fue, sin duda, el resultado esperado de la «Declaración de Montevideo», documento generado durante la 88.ª Semana Criolla del Prado (2013), ­firmado por payadores y payadoras de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, entre ellos, el reconocido payador uruguayo Abel Soria (Los Cerrillos, Canelones, 1937-2016).

 

El candombe y su espacio sociocultural

El término candombe, que constituía en el siglo XIX uno de los vocablos para designar los «bailes y músicas» de los esclavizados africanos y sus primeros descendientes, así como los lugares donde estos se llevaban a cabo, presenta en Uruguay, desde hace varias décadas, al menos tres signi­ficados. El primero de ellos refi­ere precisamente a las prácticas pasadas y presentes —entre ellas, las llamadas de tambores— que surgen a partir de las migraciones forzadas del África subsahariana al Río de la Plata.

Al ser el candombe una cultura que se construye en torno a un instrumento musical —el tambor—, el segundo signi­ficado del término re­fiere a la resultante de la interacción rítmica de tres tipos de tambor que, de acuerdo con su tamaño y función dentro de un conjunto llamado cuerda, se denominan, de menor a mayor, chico, repique y piano.

En su tercer signi­ficado, la palabra candombe designa o describe una obra de autor (canción, pieza vocal, tema, pieza instrumental) construida sobre el ritmo de los tambores o un marco estético referencial del candombe. Este signi­ficado se mani­fiesta en todos los ámbitos de la música uruguaya.

El entorno sociocultural de las llamadas de tambores de los días feriados y domingos, cuya tradición se instaura en los barrios Cordón, Palermo y Sur de Montevideo, y los toques característicos de cada uno de estos barrios constituyen el bien reconocido como patrimonio de la humanidad. La llamada es un ámbito natural de transmisión del candombe a las generaciones más jóvenes. Es un espacio de encuentro que potencia la confraternidad y la cohesión social, así como de resistencia a la discriminación y al racismo. El candombe fortalece el sentir comunitario: «Es un timbre de orgullo y un símbolo de identidad para las comunidades de ascendencia africana de Montevideo» (vi).

 

El tango

El tango integra desde el año 2009, al igual que el candombe, la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. El tango surge como expresión de los sectores populares de la cultura urbana rioplatense. En él convergen la música, la poesía y el baile, cuyo espacio y entorno de práctica se conoce como milonga. El tango es la síntesis de un diálogo profundo y sumamente rico entre las diversas culturas, con sus historias particulares y sus formas de ser y sentir, que se congregaron en Montevideo y Buenos Aires como consecuencia de múltiples migraciones (deseadas, forzosas o forzadas). La comunidad del tango actualmente está conformada por compositores e intérpretes —cantantes e instrumentistas—, autores de letras, bailarines profesionales y a­ficionados, coreógrafos y profesores «que enseñan este arte y hacen descubrir los tesoros vivos nacionales que encarnan la cultura del tango» (vii).

Este año se cumple un siglo del estreno La Cumparsita. Si bien no hay un consenso sobre la fecha exacta en que se interpretó, Boris Puga argumenta que la partitura de este tango le fue entregada a Roberto Firpo (Buenos Aires, 1884-1969) en ocasión de su segunda visita a Montevideo, en 1917, acompañado de otros cuatro músicos. Bachicha Deambroggio (Buenos Aires, 1890- 1963) en bandoneón, Alejandro Micheti (Calabria, Italia, 1896-[?], 1948) en la flauta, Agesilao Ferrazzano (Buenos Aires, 1897-1980) y Cayetano Puglisi (Mesina, Italia, 1902-Buenos Aires, 1968) en los violines integraron el quinteto que, con Firpo al piano, estrenó La Cumparsita. En la confi­tería y café La Giralda, ubicada en el Centro de Montevideo, a la altura de la Plaza Independencia, donde hoy está el Palacio Salvo, sonó por primera vez este tango, mientras su autor lo escuchaba con timidez. Se cuenta que al concluir la interpretación, el público aplaudió con entusiasmo, pidiendo que se tocara nuevamente. Cien años después, el Día del Patrimonio brinda homenaje a La Cumparsita por considerar a esta pieza musical un símbolo de la cultura popular de Uruguay.

El reconocimiento de expresiones, prácticas u objetos simbólicos, como las mencionadas aquí, no es un ­fin, sino que se inscribe en un proceso participativo que nos lleva a profundizar en el conocimiento de nosotros mismos como nación intercultural y como parte de una región con una riqueza musical invaluable, propia de la diversidad.

 

> Descargá la guía de actividades en .PDF 

 

Citas

i UNESCO (2003). Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, París: UNESCO.

ii Ministerio de Educación y Cultura (4 de marzo de 2010). Resolución. Montevideo.

iii Ayestarán, Lauro (22 de marzo de 1957). «Primera meditación sobre la payada y los payadores», Marcha, año XVIII, n.º 855, Montevideo.

iv Pedro Sáenz fue un directivo de FUNSA (Fábrica Uruguaya de Neumáticos, Sociedad Anónima).

v Aharonián, Coriún (2010). Músicas populares del Uruguay. Montevideo: Tacuabé, p. 76.

vi UNESCO (2009). Lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Francia: UNESCO, Patrimonio Cultural Inmaterial, 74.

Disponible en: ‹https://ich.unesco.org/doc/src/06859-ES.pdf›.

vii UNESCO (2009). Lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Francia: UNESCO, Patrimonio Cultural Inmaterial, 1.

Disponible en: ‹https://ich.unesco.org/doc/src/06859-ES.pdf›.

 

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